viernes, 7 de diciembre de 2007

El lado oscuro de los galgueros


En España hay 490 .000 galgos y 170.000 propietarios. Según las protectoras de animales, cada año se desechan 50.000 ejemplares.

España es el único país europeo en el que no es insólito encontrarse a un galgo ahorcado en un almendro, con las patas traseras rozando el suelo y las delanteras moviéndose de manera compulsiva. En Castilla-La Mancha lo llaman, con macabra expresividad, "poner al galgo a escribir a máquina".

Es el lado oscuro de la caza con galgo, un sector que mueve 1.000 millones de euros cada campaña y genera más de 27.000 puestos de trabajo directo, según la Federación Española de Galgos. La temporada de caza comenzó en octubre y terminará en febrero. Es el periodo más dramático del año para esta raza. Los animales que no sirven para la liebre son desechados. Según la Federación de Asociaciones Protectoras de la Comunidad de Madrid (FAPA), cada año se abandonan o se matan entre 50.000 y 60.000 galgos.

Galgos sin Fronteras es una de las principales asociaciones implicadas en la recuperación de esta raza. Su presidenta, Cristina García, ha visto de todo: galgos tirados en una cuneta con una soga al cuello y una bolsa de basura en la cabeza, perros desollados antes de matarlos, o bien tiroteados y lanzados a un pozo. "Para los cazadores, el galgo es una herramienta de usar y tirar, no es un ser vivo", denuncia García. Su organización, junto a otras integrantes de la FAPA, ha entregado 100.000 firmas al Ministerio de Medio Ambiente para solicitar la prohibición de la caza con galgo.

Pero se han encontrado con un contraataque inesperado. La Federación Española de Galgos ha presentado otras 142.000 firmas a favor de esta modalidad de caza, recogidas en sólo un mes y medio. El gesto muestra el poder del mundo del galgo. Según datos de la propia Federación, en España hay 490.000 galgos y 170.000 propietarios. Un ejército de votantes con algunas caras conocidas, como los cantantes Bertín Osborne y Chiquetete, o los rejoneadores João Moura y Pablo Hermoso de Mendoza.

El mercado negro:
El presidente de esta Federación, Francisco Salamanca, no se cree las cifras aireadas por las protectoras. "Se dicen muchas falacias sobre los galgueros. En nuestro país hay 84.000 galgos en alta competición y mueren de manera natural, con una media de 10 años y 8 meses", asegura.

En su opinión, los autores de los ahorcamientos no se encuentran en su Federación, sino en el mercado negro de los perros de caza. Un galgo con aptitudes para correr detrás de una liebre puede costar hasta 60.000 euros y al parecer son fáciles de robar. En 2006, el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) recibió 1.250 denuncias de galgos robados.

Salamanca narra el viaje de estos animales, sustraídos en ocasiones a punta de pistola: "Los que roban a los perros, normalmente de etnia gitana, les quitan el microchip del cuello con la navaja y los prueban en el campo. La mayoría se escapa y muere de hambre o bajo las ruedas de un coche".

El comandante de la Sección de Operaciones del Seprona, Modesto Piris, confirma la teoría de Salamanca: "Los roban, los utilizan y los ahorcan o los tiran a un pozo". En 2006, su unidad recibió 22 denuncias de ahorcamientos, 10 de animales tiroteados y otras 60 de maltratos y abandonos. "Antes, en cualquier descampado de Castilla y León te encontrabas con un galgo colgado, y se sigue haciendo, pero la gente ahora se esconde más. Los ahorcan en casas aban-donadas", relata.
Galgos como animal de compañíaLa temporada de caza trae consigo un goteo de galgos abandonados en las protectoras de animales. A menudo es el propio cazador el que entrega sus perros a un albergue. En otras ocasiones, son los voluntarios de las asociaciones los que recogen los animales en el campo, desnutridos y plagados de garrapatas, que cuelgan de sus cuerpos como racimos de uvas. Cuando llegan a la clínica veterinaria, sus radiografías aparecen llenas de extraños puntos blancos: son los perdigones de plomo.

El ingeniero de minas Rafael González es uno de los españoles que ha aceptado el galgo como animal de compañía. En agosto de 2004, tropezó con una galga abandonada en una gravera de Seseña (Toledo). Se la llevó a casa y la bautizó, como no podía ser de otra manera: Mina. Al año siguiente acudió con su pareja a la asociación El Refugio y se encontró con una galga que llevaba meses en una unidad de cuidados intensivos, porque un cazador la había arrastrado por la carretera atada a su parachoques.

"Para algunos cazadores, un galgo no vale ni un cartucho", afirma Rafael, que ahora comparte piso con su pareja y sus dos galgas, Mina y Telma, en un piso. "Son excelentes animales de compañía, ni ladran ni molestan a los vecinos", asegura.

MANUEL ANSEDE - MADRID - 05/12/2007

Fuente: Público

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